lunes, 18 de enero de 2010

Imprimirme tus mails y hacerme una tostada. Huntar mermelada.

Hoy he vuelto a tener ese sueño recurrente en que todas las máquinas de mi casa se ponen a funcionar (y sí, sale el piso de nápoles y no éste). Al principio es una maravilla: me levanto y el exprimidor me hace un zumo y la cafetera un café; que mientras desayuno la aspiradora me limpia el piso y el ordenador contesta mails, escribe textos. Pero tic-tic-tic constante y que a medida que se acumulan tareas: crac interminable. rrrrrrrrrrrr la maquinilla, ssssssssssssss el secador, tttttttttttt de plancha, vvvvvvvvvvvvvvv de lavadora.... Y así todas las letras. Y luces, y flexos, y radios, despertadores, ordenadores, móviles, interruptores, ventilador.... Todo, todo, TODO.
JODER, HE DICHO QUE TODO. Simultáneo. Moviéndose. Corriendo. Haciendo carreras. De un lado a otro... Peor.

Se acaban las naranjas y el detergente. Y no paran. Y se exprimen limones, cebollas, pepinos, ceniceros y se hace café con polvo y con tierra. Las máquinas se planchan las unas a las otras y se llaman por teléfono.... Y yo me quedo muy muy quieta. Quietísima. Intentando no respirar, sin tragar, sin mover la nariz ni los ojos. Sin ni siquiera pensar en ti. Hiper quieta. Nula. Nula al cubo. Mínima.

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