martes, 22 de abril de 2008

Historias con retraso

Me tocó ir a comisaria (y no me alargo porque la historia no va por ahí) y hablar con un policía que parecía sacado de la serie de Scooby Doo. Estaba muy serio, era muy rubio y como se le habían caido todas las articulaciones de la cara los labios nunca le cambiaban de forma.
Él miraba sólo a su ordenador y si no fuera porque además de mirarlo escribía, uno podría pensar que no tenía ojos. Tic tic tic de teclas y murmullos: Alfa November Alfa. Y venga a preguntar cosas sin mirar y venga a repetir Zulu Alfa Mike Oscar Romeo Alfa.
Yo no entendía nada pero siempre se puede culpar a la tele (demasiada Ruleta dela Fortuna).... Y ahora, pues no puedo dejar de imaginarme al policía rubio diciendo aquello de: alfabeto fonético auronáutico, porque no hace falta ir en barco ni en avión.


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A y L en el ascensor junto al niño coñazo y su padre demostrando que se puede cruzar la barrera temática sobre metereología.

L: ¿A qué piso van?
P: Al Sobreático ¿y vosotros?
A: Al 4º
NC: Quiero darle al botón, quiero darle al botón, quiero darle al botón (el tercer eco llega mucho después de haber apretado el dichoso botón)
P: Vaya, vivís justo en el medio
A: Sí, somos la mortadela.
P: Y nosotros el pan.... (sonríe) y el pan de abajo que se joda
(Y claro, llegamos al cuarto)
L-A:Hasta luego

martes, 1 de abril de 2008

Los hermanos Collyer

Historias vía wikipedia:
"Los hermanos Collyer, Homer y Langley, nacieron y vivieron en Nueva York desde finales del siglo XIX hasta mediados de la década de los 40 del siglo XX. Hijos de una familia acomodada que hundía sus raíces en los primitivos colonos ingleses que llegaron a las costas del este de los actuales EE.UU., recibieron una sólida formación universitaria (derecho e ingeniería) y no se les conoció ocupación alguna mientras vivieron pues las rentas que heredaron les permitieron vivir sin apuros económicos durante el resto de sus vidas.

Su historia es de las más increíbles que se puedan relatar. Acumuladores compulsivos, llegaron a juntar casi 200 toneladas de diverso material en su casa de 4 pisos en el cruce entre la Quinta Avenida y la calle 128 en Harlem, Manhattan.

Cuando la policía entró el 21 de marzo de 1947 en la citada dirección, previamente avisada por los vecinos acerca de que los hermanos no daban señales de vida desde hacía bastante tiempo, no pudo franquear la puerta de entrada al encontrarse con enormes pilas de periódicos que la taponaban literalmente desde el suelo hasta el techo. Solicitada la ayuda de los bomberos de Nueva York, éstos también fracasaron al intentar acceder a la vivienda a través de las ventanas pues también se encontraban absolutamente bloqueadas por ingentes y compactas montañas de papel y otros objetos. No hubo más remedio que realizar un agujero en la azotea del edificio para, por fin, lograr introducirse en la vivienda de los hermanos.

Después de solo seis horas de atravesar angostisimos pasadizos a través de todo tipo de objetos inimaginables, se tuvo la inmensa suerte de localizar el cuerpo sin vida de uno de los hermanos, Homer, sentado en una silla. Efectivamente fue "suerte" encontrar en "solo seis horas" el cuerpo de Homer porque a pesar de que decenas de bomberos y policías trabajaron a destajo, no se pudo encontrar el cuerpo del otro hermano, Langley, hasta 18 días después (8 de abril de 1947). Hubo para ello que remover y retirar 136 toneladas de material diverso. Lo curioso de todo es que el cadáver del segundo hermano apareció a escasos metros del primero, lo que da una idea del infierno en que se había convertido aquella casa.

El cadáver del segundo hermano apareció en gran parte comido por las ratas y bajo una cantidad ingente de miles de libros, periódicos y otros objetos de todo tipo. Falleció aplastado por un derrumbe mientras intentaba acceder al rincón de la casa en donde se hallaba su hermano Homer para darle de comer pues éste era paralítico además de ciego. Nunca llegó pues murió aplastado por el camino. Su hermano Homer, como la autopsia posterior reveló, falleció de hambre y sed en una lenta e interminable agonía.

Solo la enumeración de los objetos que se encontraron enterrados entre miles de otros objetos en esa casa es fascinante (10 pianos de cola, coches, maquinas de rayos X, centenares de miles de periódicos, decenas de miles de libros, miles y miles de discos....)

Los hermanos acumularon todos los periódicos emitidos en la Ciudad de Nueva York durante aproximadamente 3 décadas y media. Si tenemos en cuenta de que en dicha ciudad existían unos quince periódicos diarios, multiplíquese 15 X 365 X 35 y se obtendrá una cifra aproximada acerca de lo que estamos hablando. Langley fue en una ocasión preguntado acerca de esa inexplicable manía de acumular periódicos. Contestó que los guardaba para que su hermano, ciego, los leyese cuando recuperase la vista y así se pusiese al día. Langley creía firmemente que Homer recuperaría la vista y a tal efecto suministraba a su hermano unas 100 naranjas a la semana pues creía en ello como procedimiento infalible para lograrlo"