lunes, 9 de marzo de 2009

curiosidad antropológica

En el bar me hubiera gustado pedirle a la camarera que me aliñara ella la ensalada. No por pereza, sino por aumentar nuestro grado de intimidad. Hubiera renunciado estoicamente a comerme la ensalada a mi gusto, soportando la sal que ella quisiera echar, a cambio de poder comerla como se la come ella. estoy harta de comerme la ensalada como me la como yo. eso lo hago cada día.

1 comentario:

Elisa McCausland dijo...

qué cosa tan bonita...