viernes, 19 de noviembre de 2010

la niña disfrazada de cactus (para no quedarse calva)

Yo podía usar alfileres, pero no agujas.

Mi abuela me decía que eran peligrosas porque si te pinchas y se clavan dentro, no hay nada que las detenga. No es como si te clavaras un alfiler. A un alfiler siempre le queda la cabeza fuera. con una aguja tienen que rajarte para sacarla.
Yo me imaginaba a mi aguja vagando por el cuerpo, en mis venas, arrastrada por la sangre. No me asustaba. ¿Qué podía hacerme? ¿Pincharme? Total, por dentro era todo sangrante, no venía de ahí. bueno, sí que había algo que me preocupaba un poco. no quería que mi aguja se paseara por el cuerpo cabelludo y se enredara en el pelo; ni que lo arrancara todo y lo usara para coserme por dentro.

Por eso obedecía. por si acaso. Me construía disfraces y sujetaba los retales y las piezas con alfileres. Intentaba inventarme siempre uno nuevo, aunque al final siempre tenía la sensación de estar disfrazada de cactus.

3 comentarios:

lucia dijo...

es dulce.
aunque no lo parezca...

Por la tangente dijo...

Monería total.

María dijo...

Genial...esta historia me la contó una vez mi abuela, me dijo además que la aguja iba directa al corazón.

Me chifla tu blog