viernes, 19 de febrero de 2010

Miedo a los homónimos.

A nosotros nos inquieta encontrarnos con nuestro doble. Hay un señor a quien le sucede lo mismo, pero aplicado a lo escrito y hablado. Este señor odia tanto las palabras homónimas que cuando vota, lleva botas y bota.

Él llena los bancos de bancos.

Siempre carga tápers con agua de mar y de entre todos los saludos, prefiere el clásico "buenos días-buenas tardes". Que si alguien se atreve a decirle "hola", él responderá lanzándole olas a la cara. En el poyo de su cocina siempre hay trozos de pollo. Cuando alguien le llama, en lugar de contestar, imita al animal y prende fuego, sin importarle donde está. Él sabe que si, cada vez que quiere grabar una cinta, mete grava en el radiocassette, lo romperá. Y aun sabiéndolo, lo hace y lo hace feliz. Convencido de poder unir en significado esas palabras que sólo están unidas por aspecto. Cree que conseguirá el equilibrio del mundo.