viernes, 5 de febrero de 2010

Cuando era pequeña, siempre intentaba guardar los juguetes en la nevera.

Pensaba que allí no envejecerían, que estarían a salvo. Si me hubieran dejado, lo hubiera guardado todo allí. Los armarios y cajones me parecían una mierda. La nevera era mucho mejor.

Estaba convencida de que las neveras estaban conectadas. como en la casilla de la oca. como si el frío viniese del mismo lugar. Además, la comida de la nevera de mi madre y la de mi abuela sabía igual. y tenía la misma pinta! que no me dejaran meterme a comprobarlo, me servía como evidencia irrefutable de que yo tenía razón.

Me gustaba muy especialmente la puerta, la solemnidad con que me habían enseñado a abrirla. Ninguna otra puerta exigía planear antes de abrir. Ni había que ser rápido o cuidadoso. Yo quería que la puerta de mi habitación fuera de nevera.
Pero mi hermano no quería. Y peleábamos mucho por eso.